martes, 13 de mayo de 2014

TENGO UN MAPA Y UNA BRÚJULA





Tengo un mapa y una brújula
donde guardo algún beso furtivo.
Traigo en la garganta un canto de esperanza
que alienta un indescifrable viento favorable.

Sólo abrigo un norte desnudo de canciones
y aunque el oleaje a veces pueda ser esquivo,
creo que el mar siempre lo cura todo,
o casi todo.

Observé mis heridas
sin apartar nunca la mirada de ellas.
Se curan si me enseñan,
cicatrizan si sonrío.

Acumulo más recuerdos que fotografías.
Son huellas imborrables, rastros de una senda,
dulce caudal de imágenes,
memoria y aliento del porvenir.

Aprendí que no hay camino sin tropiezo,
que el amor es un puente, el odio un precipicio,
y que, sin tener nada,
lo tengo todo a la vez...

...que hay mucha escuela en la sonrisa de una abuelilla
y en la mirada de un niño.
...que si el mundo es como aparece ante mis cinco sentidos
y ante los tuyos, es por que son las orillas de los míos.

...que la verdad es más difícil de creer,
y estamos aquí de paso, aligerando certezas.
...que los santuarios secretos existen
y que un viaje no se puede medir tan sólo en kilómetros.

...que los amantes no acaban encontrándose,
pues estuvieron el uno en el otro, desde siempre.
...y que existen mujeres-oasis que con sólo recogerse el pelo
paralizan el mundo durante siglos,
convirtiéndolo en un lugar más amable.

Voy despacio, sorteo precipicios,
huyo del ruido, me subo a las estrellas
y espanto los miedos al dibujar sobre su espalda 
el reflejo de la luna.

Confío en las musas, pues nunca se fueron del todo.
Quizá sólo aguardaban pacientes, 
desnudas en los plurales, con sus esencias fértiles, 
derramadas, misteriosas...

Hacer canciones me salva de la cordura,
y aunque ella no lo sepa, o crea no entender de música,
el universo de sus maneras me ha regalado
una legión de sinfonías.

Todo cambia alrededor...
Y yo, al compás de su melodía,
voy escribiendo en mi diario de estaciones
la primavera de unos labios.